Cristo, amado mío,
en la noche en que naciste
como hombre,
el más pobre de nosotros,
el más olvidado,
solo dolor de mi dolor,
abandono en mi abandono,
Dios mío, Niño
eterno, con la luz
que trae la espera,
por encima de este paisaje
de soledad y sombras,
como solo sabe el agua
buscar el río, y luego
el mar, y los cielos,
hágase tu voluntad,
Abba, en el silencio
primero de la Creación.
Fernando Alda
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