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Se cierne sobre la tarde una tormenta de memoria,
como un resplandor de nubes ardiendo
que presagian las lágrimas del viento,
su derrota en esta esquina en la que todo el mundo
espera su destierro, la hoja de ruta
para seguir caminando en estos valles
oscuros, cuando el sendero solo es el agua
que arrastra los restos del incendio que es vivir.
Y así el deseo, en ascuas, rescoldos
que en la mano alumbran otras melancolías,
el final cierto de lo que existe
y luego será humo acre,
ceniza de sombras, nada.
Fernando Alda
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