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Esperar la muerte leyendo,
en estas soledades en las que crecen los árboles,
mientras la lluvia recuerda su sueño
y su presencia y se derrama en velos
transparentes en los círculos de la nostalgia.
Todo lo que has sido arde ahora
en una hoguera de muebles viejos,
junto a las cartas escritas por el dolor,
remitidas por la fiebre que amanece
en los huesos y es mirada
ausente, un tuétano de hielo
que dejas abandonado como se olvidan
unas flores recién cortadas sobre una mesa,
en silencio, sin desgarro,
con la resignación de la piedra
que se amolda al cincel en silencio,
cuando el aire llora y al final llueve,
y hay una paloma que deja su vuelo
prendido en el tejado de casa,
como llamándote. Nunca el recuerdo,
solo espejismos, un soñar
de mariposas de sangre que pintan
trazos de escritura y voces,
las palabras con las que escribir
el que será su epitafio.
Fernando Alda
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