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Unas ciruelas se ofrecen
para evocar el recuerdo del agua,
y el sabor a huerto y lunas que dejan
en la sombra de tus ojos
es un ensalmo para convocar
a la vida, al pájaro libre
que vuela sobre los olmos
que la luz dibuja en la arboleda
de la sangre. Tiembla la mirada
que se abre bajo los párpados
del sol adormecido, que alumbra
fronteras y lagos, los ríos
de plata que perfilan la melancolía
de los jarrones en las ventanas.
Fernando Alda
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