32
Hay en la altura de las torres
un deseo de alcanzar las nubes,
de besar las veletas de hierro
duro y viejo que las coronan,
de poblarse de cigüeñas,
para ver el sol más cerca,
cara a cara en la transparencia
que hay en estos cielos abiertos
en la ternura de la mañana.
Y así, entonces, contando los días
que faltan en el calendario
para que se agoste
el verano y un resplandor de hogueras
nocturnas establezca la morada del otoño,
que vendrá desbocado, como un caballo de fuego,
como queriendo arder en oros
y ocres en su vertiginosa caída.
Fernando Alda
No hay comentarios:
Publicar un comentario