XI
Atardece y hay un helor
entre los álamos que invita
a cobijo, al fuego que nace de la carrasca
y del roble, en el hogar
de los sueños, mientras
esperas la noche a cubierto,
junto al vino y la certeza,
bajo techo, lamiendo el calor
los pies de la verdad como un can
fiel, lejos de la intemperie.
Así las horas, esperando
el sol que vendrá a templar
las cuerdas, la propia sangre,
a decir y ser de día,
en la inmensidad de Castilla,
su nombre solo, esta fe, esta esencia.
Fernando Alda
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