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Escribe el evangelista el Verbo
en la piedra dorada que sueña,
y mira el Cordero
pues el cabrito y el lobo
pacerán juntos en el monte
sagrado, allí donde el buey
y el león comerán la misma hierba.
Y en la miniatura el monje
deja sus ojos, un jirón
de su alma en la niebla,
ora et labora,
mientras el sol se desangra
hacia el oeste, hacia las últimas
colinas que acaban de encenderse,
allí donde está el mar misterioso
y los monstruos que lo habitan.
Fernando Alda
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