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El pelícano que nos ofrece
la fuente eterna, Isaías que ve
a lo lejos, el salmista, ningún hueso
le fue quebrado.
Y ahora, el asombro, la liberad,
cuando contemplas el tiempo
deshacerse, ir hacia atrás,
en el scriptorium,
y llaman a la oración,
una campanita que retiñe,
solo alma, por sobre el mundo,
en este silencio.
Fernando Alda
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