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Jonás en Nínive,
bajo el ricino,
contempla la ciudad
que no será finalmente
destruida por la cortina
de fuego:
en la memoria el desasosiego,
la tormenta, el vientre
oscuro del pez gigante.
Los tres días proclamando
el terrible anuncio.
Ahora solo el silencio
herido, la nube que pasa,
la zarza ardiendo,
la lluvia en el claustro,
el tiempo que yace muerto,
inmóvil
como la piedra que resiste
los inviernos.
Fernando Alda
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