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sábado, 23 de abril de 2022

Las alas de Ícaro, 20

 

XX



Un sombrero descosido,

que albergó cerezas,
en una percha a la entrada de casa;
al lado, un cuadro en el que un paisaje
se vierte en el lienzo
en color y pinceladas,
acaso Van Gogh,
una niebla en el pasillo,
los bajos de los pantalones
completamente descosidos:
eterna ausencia.
Así volverás a esta región
de sueños, de torpes abrazos,
en la que crecen la cúrcuma
y el perfil de los espejos,
como sombras del ayer,
una ofrenda de labios que son 
espadas, lo que escribes,
lo que lees,
el papel mojado que son los lirios
en un jarrón olvidado
en el rincón más oscuro de la sala.
Como un muro en ruina
desde el que se asoma una calandria,
la espera, el cierto
despertar tras la noche que quedó
en pausa cuando mirabas el sol
ponerse, arder en el horizonte,
en el oeste desdibujado
que añoras, su imagen
sutil, la nostalgia de una luz
que se apaga siempre,
el resto del día que se desvencija
y es polvo, una estrella que nace.


Fernando Alda

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