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miércoles, 20 de abril de 2022

Las alas de Ícaro, 19


 

XIX


A José Jiménez Lozano


Acompañado de libros miras el día,

la luz que viene del este, el vuelo
sosegado de un alcaraván,
la mañana que se ofrece
como un abrigo nuevo que fueses
a estrenar. En sus bolsillos,
pequeños tesoros, una piedrecilla
blanca, una cuerda
vieja, un trozo de papel
muy gastado, un bolígrafo sin tinta,
un pañuelo, una lente.
Bastan para soñar, para sentir
la compañía frente al tiempo,
que está desabrido,
como odiándonos, pues pasa tan deprisa
que parece viento enfurecido,
una cabalgadura de fuego recio.
En la silla del fondo, una corbata
de franjas de colores, sin doblar,
carpetas desordenadas, un plumier,
la vista cansada que dejaste
tantas veces reposar alli tras muchas lecturas.
Carpe diem, pero no hay retorno,
todo fluye hacia el mar,
cuyas orillas presientes.
Será la tarde desapacible,
y, luego, nada.


Fernando Alda





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