Cuántas
veces creí verte entre la niebla
de
mis soledades, como si siempre
hubiese vivido allí,
Ciudad Desolación, lejana en la lejanía,
nunca explorada, o solo eras
un recuerdo en mi desmemoria,
el punto cardinal en el que habitan
el abandono y la devastación.
En tus lunas nocturnas y frías
pervive el sabor acre de los recuerdos
ácimos que se amontonan en tus aceras,
bajo los árboles de hielo que proyectan
una sombra en escombros,
rota por el sol negro, por el canto
de la furia y el ruido,
resonando dentro de un ser
hueco, que parece un hombre,
que se acerca caminando,
impasible, hasta el borde de los charcos
del arrabal en el que crecen las flores
perpetuas del insomnio.
Y así, anhelo
volver a cruzar tus puentes,
sobre el aire dormido,
río no, laguna,
que no despertará,
ni será de la luz compañía,
pues incógnito es el territorio
terrible en el que te alzas.
hubiese vivido allí,
Ciudad Desolación, lejana en la lejanía,
nunca explorada, o solo eras
un recuerdo en mi desmemoria,
el punto cardinal en el que habitan
el abandono y la devastación.
En tus lunas nocturnas y frías
pervive el sabor acre de los recuerdos
ácimos que se amontonan en tus aceras,
bajo los árboles de hielo que proyectan
una sombra en escombros,
rota por el sol negro, por el canto
de la furia y el ruido,
resonando dentro de un ser
hueco, que parece un hombre,
que se acerca caminando,
impasible, hasta el borde de los charcos
del arrabal en el que crecen las flores
perpetuas del insomnio.
Y así, anhelo
volver a cruzar tus puentes,
sobre el aire dormido,
río no, laguna,
que no despertará,
ni será de la luz compañía,
pues incógnito es el territorio
terrible en el que te alzas.
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