Estanques de piedra,
flores de estaño, ciudad de sal,
pintar un cuadro con el viejo
almagre, con la luz de las mañanas
rotas, con la mirada
acuosa del arcoiris recién
plantado, pintar un cuadro
con todo el dolor que cabe en las manos,
con el sufrimiento que se escapa
como arena
entre los dedos.
Hay árboles de mármol,
extraños seres
desesperados, almas de nadie
que buscan dueño. En ese paisaje
atormentado es donde
habita tu conciencia,
el corazón solitario que atiende
el azar del viento cuando ciñe
el talle de las veletas o peina
incesante las copas insolentes
de los árboles. Alumbra
audaz el alba el perfil
de los cementerios: urnas,
nichos, fosas, lápidas,
alientan entre la niebla
un despertar desvalido de labios
tersos que se buscan
y no se alcanzan,
las lágrimas del día.
Volver a pintar el mismo
cuadro con otros óleos,
con otra luz
inventada, con el mirar
mortecino de la vela que se agota,
iluminar estancias,
abrir paisajes, rosas de mercurio
flotando en espejos
agrietados. Tal vez tu
última voluntad...
Fernando Alda Sánchez
Qué bonito, amigo poeta, me encanta. Esa cadencia y las imágenes tan sugerentes!
ResponderEliminarGracias por el deleite de leerte.
Muchas gracias a ti, Mayte y por encontrarnos en la poesía. Un beso
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