XXXIII
Esperamos el fuego,
la venida de los espejos del norte,
el reflejo que da ese esplendor
tan intenso a la ruina,
su sabia palabra que nos enciende
en la noche cuando contamos
las historias de otros junto a una llama,
y el corazón arde,
pues quisiéramos, tal vez,
haber vivido esas otras vidas
que en ocasiones nos parecen la nuestra,
y el tiempo se alarga o desdobla,
como para permitirnos
ser lo que no hemos sido
y sin embargo deseamos
con redoblado ímpetu. Luego,
los rescoldos, la oscuridad, las estrellas
sobre nuestras cabezas y nos da miedo
asomarnos al absoluto por una ventana.
Fernando Alda
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