XXXVII
En la tarde se va derramando un aroma
a rosas cortadas con un cuchillo de hielo,
un filo de luz tan fría,
que en las hojas verdes deja el acíbar de la luna
nueva que se esconde tras las tapias
de la ruina, alondra de humo
que se va con el viento, como si quisiera
no volver jamás. Las manos se te quedan
huérfanas, esperando alguna certeza,
otro aire, puede que el fuego,
el alba que nunca imaginaste que sería
leyendo estos versos tan desangelados
que escribes, tan tristes y desvalidos,
pues si todo fluye, hasta el río
busca inevitablemente la muerte que no desea.
Fernando Alda
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