XXXIX
Es septiembre y todo parece otro,
alguien que ha venido a visitarte
y que no conoces, que te llama por tu nombre,
que espera le devuelvas el saludo
con educación, mientras los madroños
del jardín comienzan a madurar
despacio, como ojos,
enrojeciendo su piel
en la espera del otoño,
que llegará, ciertamente, en unos días,
y habitará la casa, el reino que te pertenece
en libertad, sin esperar
permiso, el vino renovado,
la última rosa que habrá de nacer
e incendiar tu mirada,
que sabe que las horas se acortan,
y que en los párpados de la memoria
está, terrible, el silencio.
Fernando Alda
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