XXXII
Junto a la ventana ese jarrón de cristal
azul con unos acianos descoloridos,
el dibujo en los visillos de las nubes
al posarse allí, en lo alto donde miras
en todas las ocasiones, el reflejo de los mirlos
en el estanque que se remansa
cuando sueñas con el estío,
y hay velos de tiempo,
horas muertas, lagunas
de memoria que regresan
como vencejos deshabitados
que se quedaron prendidos
en las telarañas del misterio.
Al fondo, siempre parece haber sitio
para guardar las noches en vela,
el desamor, el desasosiego
de los días que van sin dueño,
recobrada la nostalgia,
el ardor abandonado, el ciego
reflejo de aquello que retorna.
Fernando Alda
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