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martes, 7 de septiembre de 2021

Cartas al lector, 37 / Guardar silencio

 


Querido lector:


En esta sociedad que gobiernan la prisa y el ruido, es conveniente no sentir la primera, por nada, ni siquiera por lo más urgente, que ya encontrará su acomodo y su tiempo, pero, sobre todo, es bueno cultivar el silencio, buscar su paisaje, y, desde luego, guardarlo en muchas ocasiones. Es aquello de que ante palabras necias, oídos sordos, es, por supuesto, el silencio que guardó Cristo Nuestro Señor en el Pretorio antes de ser condenado a muerte, y es, no lo olvides nunca, una opción personal frente a la locura del mundo y los disturbios que provoca en nuestro corazón.

Guardar silencio para escuchar a otros y nuestro propio latido, frente al tsunami de información que recibimos, por ejemplo, a diario, desde los medios de comunicación social y desde las propias redes sociales. Entre esas otras voces, cómo no, la de la conciencia, esa que tenemos tan adormecida y olvidada, en brazos de Morfeo o el Leteo mismo, en la Estigia en la que vamos abandonando todo aquello que nos contradice. Silencio para escuchar la voz de Dios, que en ocasiones nos habla desde el silencio, por muy paradójico que pueda parecernos, y en el silencio, que no se nos pierda la llama sagrada de la que estamos hechos. Silencio para escuchar el corazón de cuantos nos rodean, la de la esposa o el esposo, la de los hijos, la de los hermanos, la del vecino de al lado, la del que sufre... la voz del mundo y de todo cuanto nos rodea y ahora está enmascarado en el retablillo en el que representamos, cada vez de forma más virtual, la vida y sus sucesos.



Es necesario apagar el ruido, mirar dentro de nosotros, efectuar un examen de vida, pasarle al corazón la ITV, para ver cómo nos encontramos de ideales, de sueños, de prioridades existenciales, de trascendencia, de altura, de ser y no de poseer, para ir eliminando todas aquellas adicciones que no nos dejan brillar con luz propia, sino prestada, pues la nuestra, aunque pobre y titilante, es la de verdad. Encontraremos muchos defectos graves, que nos dejarían fuera de la circulación, seguro, pero el retrato que obtendríamos sería mucho más fiel para saber cómo estamos, qué somos, a dónde queremos ir. La segunda oportunidad nos espera.

En silencio te escribo todo esto, para evitar chácharas inútiles, deformaciones vanas. Se que en silencio lo leerás y lo guardarás en el corazón, como hacía María, según nos cuenta el Evangelio. En el silencio encontrarás acomodo, por encima del mundanal ruido del que había que huir, como los sabios que han sido, nos recuerda siempre Fray Luis de León, y hallarás también un paisaje espiritual con el que seguir alimentando tu vida y tus sueños. En el silencio encontrarás el bálsamo para tus heridas, el laurel para las victorias, la alegría suficiente para reponerte en las derrotas, pues de todo habrá y hay en este sinuoso sendero que recorremos.

En silencio avanza la mañana, que traerá una tarde gozosa, en Ávila ya en tierra de nadie, pues ni es verano ni es otoño, mientras los días se acortan y las noches van incrementando su frescor en los termómetros y en el jardín de casa ha nacido, oculta y misteriosa, secreta, una rosa en mi rosal preferido, como para dejarme sus últimos pétalos de terciopelo y luz, tal una ofrenda al estío que va muriendo, como lo hacen los recuerdos que no traemos, en nuestra desmemoria, a la hoguera del tiempo. Y así todo, como en tiempo de espera, en silencio, aguardando, vestido de esperanza, lo que habrá de venir y ser, el cielo alto desde el que hoy se asoman unas nubes rizadas, entre el blanco y el gris, como algodón usado, prendidas en la nostalgia que voy sintiendo mientras septiembre termina de madurar sus frutos, que luego serán plenitud en octubre y noviembre, que nos dejarán sus tristezas.

Vive intensamente, no te abandones a la comodidad y a la rutina, escucha el silencio y practícalo como si hoy, o tal vez mañana, fuese a acabarse el mundo. Que lo que tenga que venir te pille como a los centinelas, velando

Un abrazo encendido, para ti, que me lees y escuchas

Fernando Alda






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