Vuela el milano por encima
de la altura, del alzado de las sombras,
en una ofrenda de luz,
mientras el paisaje
se desdibuja en la lluvia
que son tus ojos ahora,
adormecidos,
en el instante de volver
a volver, de alcanzar el cenit
de esa tristeza que te va naciendo
al mirar las glicinas,
los acianos, las caléndulas,
los vidrios
rotos que apenas tapan
la ventana de la transparencia del alma.
Fernando Alda
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