Deja la lluvia una tristeza
de nácar, de algas mojadas,
un despertar de sirenas en la orilla
de la nada, entre los añicos
de las voluntades quebradas,
de las paciencias rotas, de los rostros
que nos miran,
tan extrañamente, en los espejos
en los que nos vemos,
tal el dolor, y sufrimos en silencio.
Fernando Alda
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