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martes, 4 de febrero de 2020
Alcanzas cima
En las colinas habita la voz de la luz, todos los ocasos, los amaneceres inciertos, el resplandor que anuncia la vida en ese instante primero en el que se incendia la mirada, el no retorno de las palabras, el sutil momento en el que prende la llama sagrada y todo es posible. En las colinas habita "la voz a ti debida", de Pedro Salinas, mientras en la memoria contemplas el Vesubio en llamas sepultando Pompeya. Una ínsula asoma entre la niebla, la tierra toda, un despertar.
No hay un verso de Virgilio para esta ocasión, en la que el día muestra sus heridas, cosidas con alambre de espino, en la que los árboles están a punto de florecer en este loco febrero que quiere, y no puede, desterrar el invierno a los polos terrestres. Tampoco Catulo, desde Verona, te ha dejado un poema en el alféizar de la ventana. Ya han regresado los pájaros al jardín de casa y tal vez en el Tiétar, ahora lejano y somnoliento, a la sombra de Gredos, están comenzando a abrirse las primeras mimosas con su amarillo intenso. En la calle, apenas sombras, un silencio de soledades viste la corona de la mañana, que pasa lenta, como en cortejo fúnebre, buscando el habla, que yace en pedazos sobre el asfalto.
Las cigüeñas ya han regresado a sus nidos de siempre, en las altas torres de esta Ávila que hoy es nueva, como recién estrenada en medio del paisaje, y el dibujo de sus alas prende rosas blancas y negras en el azul purísimo que pinta el cielo y lo acerca al corazón del hombre.
Bóreas parece muerto, pero aún le quedan en sus pulmones violentos estertores, carbones de nieve y cellisca, la madre del hielo, y seguirá petrificando alientos y miradas en estas alturas en las que el mar solo es memoria, un recuerdo vago de oleajes y algas, un horizonte de sol y sirenas. Habrá de alzarse aún el frío con su guadaña brillante y la hierba, que ahora promete y es esperanza de otros reinos, perecerá y será cadavérica ceniza.
No obstante, no hay tristezas. El sol alumbra, va teniendo fuerza, recobra espacios, y en la voluntad, aunque con alfileres, asoman deseos, un requiebro, un suspiro, un manantial dulce de aromáticas plantas, espliego, tal vez romero, hierba luisa, siempre tomillo, un toque de aulaga, que alegran el desgranarse de los sueños, y dan profundidad a las horas que se lleva el caudal de la vida. Y así la jornada, entre delicadas presencias que son morada y anuncio, abrazo, el hogar de todo cuanto has sido y sigues habitando.
Pasas lista y no hay ausencias. La cruenta batalla del existir no se ha cobrado demasiadas bajas. Aún es posible presentar cara, hay algo con qué luchar; las aguas del olvido y de la Estigia quedan lejos, no son orilla cierta en esta tempestad de desmemorias. Desde el vino y la lumbre, bajo techo, seguirás aguardando el esplendor de las estrellas, el fulgor de la noche, los labios cálidos de la poesía y sus desmesuras.
Sigue el tiempo. Alcanzas cima.
Fernando Alda Sánchez
(Foto: Pixabay)
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