Desde que naces, no es otro tu destino
sino amar la libertad,
la que rompe cadenas y libera el espíritu
de estos hierros entre los que duerme el alma,
la que abre la noche
y los deseos,
y pone rumbo cierto a la voluntad.
Libertad,
hermoso nombre,
el bien más preciado,
tal vez el más escaso,
el más grande que a los hombres
dieron los cielos,
y por el qué, como intuyó
Miguel de Cervantes, merece la pena
aventurar la vida.
La libertad de todas las horas,
la de todos, la nuestra, la tuya,
la que soñamos y encendemos
cuando el fuego eterno
de Dios arde en nuestro corazón.
La libertad de ahora, la de mañana,
la de siempre, como un beso de poesía
y luz que nos despierta,
la que tiene las alas de un pájaro
y el color de las auroras,
la libertad...
Fernando Alda
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