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miércoles, 7 de julio de 2021

Memoria de los calendarios, 20

 




20


Cuando ya no sabes

cuál es el nombre del mundo
y no reconoces el alzado
de lo que es la vida,
y en los ojos niebla,
una bruma de muertos,
la alfombra de huesos
que la desmemoria te ofrece
junto a los crisantemos
que viste en la mañana,
caminando,
perdidas las singladuras
que tejieron tus días,
esos mares antiguos,
un oleaje de algas
y caracolas, de hipocampos
y sol, naos de sueños,
un cantar dulce de sirenas
núbiles, espuma
de las horas a favor del viento,
y ahora es solo mirar,
como derrumbándose
las atalayas y la certeza,
el pulso de lo escrito,
la celebración de la edad.
No hay espejos en los que reflejar
la tristeza, las cicatrices
y la carcoma del reloj,
la voluntad vencida,
en astillero seco,
esperando un beso de salitre,
de óxido viejo,
de maroma húmeda,
como una embarcación
que duerme sus viajes
a la orilla de una playa
vacía,
varada constelación,
luceros apagados
que aún arden como recuerdo
tras la noche, fuego
fatuo de una extinción
lenta,
alejándose.
Y es deseo ahora todo cuanto
quisieras, mas
no alcanza la voz
a ser,
a repetir las órdenes
o a expresar
cuando se incendia
en los tuétanos desarbolados
y quiere brotar
en las lágrimas.
Cierta la aurora
que aguardas
en este acantilado
de sombra.

Fernando Alda

3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Me encanta como enlazas las palabras y pasas de unas ideas a otras. Me llama especialmente la atención cómo has has incluido los elementos marinos en la parte central del poema consiguiendo darle naturalidad, fuerza y belleza. Precioso poema!!!

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    Respuestas
    1. Mil gracias, Cristina, por leer y por lo que dices. En ocasiones el poema es un río de aguas turbulentas... Un abrazo

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