Cómo pudiera decirte,
Cristo mío, sin palabras, cuánto te amo,
y en cuántas ocasiones he renunciado a ti...
Cómo en mi derrota has sostenido mi cabeza,
y negué hasta tres veces o trescientas tu nombre
antes de que cantaran los gallos en la aurora.
Cómo malgasté en los espejismos del mundo
la alegría y la vida, la gracia y el alma,
cómo únicamente te ofrezco tristeza
y arena frente a tu amor hasta el extremo.
Se que volverías a morir por mi,
y a pesar de todo...
A pesar de mi angustia, de mi miseria,
solo se decir, Cristo, Amor.
Fernando Alda Sánchez
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