Hoy recuerdo infancias y cielos,
cuando la nieve era una pavesa del frío.
Navidad, Dios con nosotros.
La noche mira con ojos
encendidos, abre sus labios
y pronuncia nombres muy antiguos,
como figurillas de un Belén
recuperado en la nostalgia y la niebla.
Estoy despierto, como los pastores,
aguardando al ángel y a la Luz.
El tiempo no existe
y el alma está vestida
con el color de los lirios.
Es lo que esperaba, la serenidad
y la certeza.
Voy a seguir la cabellera
ardiente del cometa,
ya no me importa
la línea del horizonte.
Adoraré, humilde y roto,
al Niño, y su mirada
será para mí, siempre,
Navidad y Salvación.
Fernando Alda Sánchez
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