No me abandonaste, Señor,
al borde de la ciega fosa, ni la muerte
que presagia el cazador
ahogó mis sueños,
alcázar eres ante mi angustia
y en este salmo te entrego
cantando la vida:
sea tu voluntad.
Quiero ser la piedra desechada
por el arquitecto,
el lirio hermoso del campo,
la mirada del niño que asombrado
descubre el misterio de la fe.
Arde la zarza dentro del alma,
alimenta eternidades
en un brillo de pavesas,
busco tu regazo, un rescoldo
amable de amor, la mano
fuerte que sostiene mi pobre
armazón de arena: el Esposo
viene y salgo a buscarlo.
Fernando Alda Sánchez
No hay comentarios:
Publicar un comentario