Hoy os dejo con un juego que, desde hace tiempo, me apetecía hacer. No es algo original, pues muchos son los autores que lo han llevado a cabo: se trata de un poema con las letras del alfabeto y su correspondencia con el inicio de una palabra. Tenía ganas de divertirme, con el lenguaje, además de componer un poema como pequeño homenaje a las sufridas letras y palabras, a las que en ocasiones se las maltrata tanto. Espero que vosotros os divirtáis también, como si fuese un regreso a la infancia, cuando comenzábamos a ser conscientes de toda la magia que encierra el lenguaje y a los lugares lejanos y fascinantes a los que nos puede llevar la lectura. Mis hijos aprendieron a leer en el colegio, pero en casa se reforzaban en el intento con unos cuentos maravillosos, cada uno de una letra. Desconozco el autor de los textos y de los dibujos que los acompañaban. Venían en un maletín de cartón, con un asa, manejables para un niño. Una delicia, sin duda.Únicamente recuerdo que estaban editados por el extinto Círculo de Lectores, que tanto ha hecho por la lectura y los lectores en España. Os dejo con ello:
Como ya sabes, la primera
es la A, de alba,
la segunda, la B, de balneario,
con la C, de coraje,
entre medias está la CH,
para jugar en los charcos,
y la D, de dédalo,
junto a la E, de esfera,
que viene de la mano
de la F, que es farol o farola,
a la que se parece,
y buscando todas ellas
a la G, de geranio,
que adorna los balcones,
conformando estos primeros
pasos del alfabeto,
en el que no puede faltar
la H, de helio,
gas noble, que me conduce
hasta donde habita esa letra,
alta y delgada, que es la I,
de inocencia, y con ellas
escribo poemas y cartas,
sin olvidarme de la J,
que es de junio la primera,
y se acerca a la K, de kirieleison y es solemne,
muy cerca,
si puede ser, de la L,
que es como una torre, de luengo,
para pronunciar la que es doble,
la LL, de lluvia,
que nos bendice sobre el tejado
y las arboledas, y está antes
de la M, en la cima de la montaña,
con la N, de nada,
que sabe a aire y cielo;
muy cerca está la Ñ,
de ñandú, que es un ave grande
que se ha escapado del paraíso
y cierra el círculo de la O,
de obertura, con la P en los talones,
de presencia, para alcanzar
el trazo extraño de la Q,
que parece hecha de queso y miel,
sin olvidarme, no quisiera,
de la R, que es el inicio de remontar,
y suena en muchas ocasiones doble, la RR,
como en resurrección,
para venir a dar, de lleno, a las curvas
sinuosas de la S, que es de silencio o de siseo,
abrazada a la T, de tejado,
que a todos nos cobija,
como le ocurre a la U,
cuando bajo ella se duerme,
y es de umbría,
pues hay entre las dos la sombra
de un árbol, como en la V,
que parece un valle, pero en este caso quiero
que sea de valentía,
que tanta falta nos hace,
como a la W y el wolframio,
para llegar, pasito a paso,
a la X, rotunda, que parece rara,
de ese xilófono que me recuerda,
no se por qué,
músicas de mi infancia, con la Y que está yacente,
y acaba, por fin, este abecedario
interminable, con la Z, de zahorí,
que puede ser el nombre de un pájaro,
pero que en realidad está buscando el agua
escondida que perdimos entre tantas lágrimas,
no siempre amargas, y derrotas.
Fernando Alda
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