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Está el azul del cielo
señalando la piel del agua,
en la que se refleja
el perfil de una veleta
oxidada que no volvió
a girar. Es ahora
cuando comienza a cumplirse
el tiempo que la vida
te fue dando en cómodos
plazos, y acre
se torna el sabor
de la miel vencida,
de la uva no vendimiada
que se pudre en las cepas
baldías del olvido. El horizonte
es la única salida
del laberinto: más allá
de las colinas insomnes,
de los álamos viejos
que el sol atormenta
mientras es estío,
más allá de esas nubes,
tan lejanas,
que adornan la tierra.
Volverá la muerte
y habrá duelo en las estancias
vacías de tu casa,
y el aire se agriará
en las tinajas del cielo
y el pan no volverá
a ser el mismo:
solo habrá luto y desmemoria.
Fernando Alda
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