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miércoles, 30 de junio de 2021

Memoria de los calendarios, 15

 


15


Va la muerte dejando

negros y helados huevos en las copas
secas de los árboles,
ardientes moradas
que deshabitan cuanto circunda
y crece,
dolor y polvo en esta llanura
en la que la voz 
pierde sus ecos.
Caminas hacia una región
de olvido, hacia una casa
sin alcobas,
como peregrino,
enfundado en una mortaja
de triste paño.
Es ahora momento
de respirar hondo
un aire sacado de un pozo
abierto en la presencia
de tus manos, que abarcan
la silueta perdida
de las noches en blanco,
de los días de hambre.
Vistes de silencio
tus ojos, inclinado el porte,
como caído,
esperando un verdor
que no llega en estas soledades
del estío,
solo el cielo alto,
la plenitud del vacío,
y la memoria,
que deja sus estragos,
el inconveniente sabor
del acíbar, la palabra
incendiada y no resuelta.
De nada sirve ya escribir
sobre lo bello e incierto,
pues tienes los cabellos
contados uno a uno:
en cualquier recodo
oscuro un asalto, el golpe
sordo de una guadaña afilada,
un frío beso de nieve,
la tierra sola,
muriendo.

Fernando Alda


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