Nada más triste que la luz
última, la que se extingue,
un destello, el aire que se acaba,
el río que se seca y es arena,
nada más atroz
que morir solo,
sin el beso de unas flores,
acaso sin nadie que recuerde
la ruina que eres,
el torpe balbuceo
de la sangre que te anima.
Fernando Alda
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