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domingo, 27 de junio de 2021

Memoria de los calendarios, 12

 


12


Solo muerte y sepultura

en estos caminos viejos,
senderos son de ausencia,
el desasosiego
vertido en áureas copas,
un brindis por la ebriedad
de la luz insomne
con la que amanecen las rosas.
Corto el encuentro, reloj
perdido, magra es la victoria,
la salutación del tiempo,
el fuego recobrado
tal se hunde en un naufragio
la nave de los locos
y es aroma ahora
de derrotas, humo
ciego de glorias y laureles,
ceniza
pura, rescoldo agraz,
hojas secas,
un triste revolar
de papeles desahuciados
en plazas vacías.
Y andar, como si la muerte
no hubiese de venir
nunca, desarbolado
el blanco navío de la esperanza,
perdidos el vino y la celebración,
mientras dibujas versos
y lirios en el trasluz
del día ácimo, como aguardando
a nadie, la visita
del escorpión y el polvo,
viento terminal,
paliativo,
la cabalgadura de los huesos,
la estancia del asombro
en los labios que a nada
sabe. Es presagio,
anuncio de un reino
de sombras,
reyes oscuros, el astillarse
de las cañas secas
que vierten un tuétano
espeso y negro,
en los dédalos del olvido,
como cieno cierto,
que brota en estos
pantanos de nostalgia.
Vendrá una brasa
violenta y ciega,
y de esas ascuas
no habrá desmemoria,
sí un alzado
luminoso de torres
y banderas, esferas
ígneas, cúpulas
de gloria sobre esa ciudad
que ahora estás soñando,
entre brumas y lágrimas,
la nieve sobre la cabeza,
mirando. Va vencido 
el vigor, mas no las ganas,
y habrá de coronarse,
con esplendor y fasto,
el designio del corazón,
que aún alienta.

Fernando Alda

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