Querido lector:
Ahora que hemos retomado con regularidad la noble tarea de escribirnos cartas, algo ya casi imposible en este mundo tan tecnológico y progresado, pese a que puedan calificarnos de anticuados, resulta hermoso leer, lo que me cuentas, junto a los lilos del jardín, que me ofrecen toda su tibieza y ternura, todo el color que son capaces de hacer brillar bajo esta luz de primeros de junio, cuando los días aún son largos, pero presienten que llegará el solsticio y que la noche de San Juan cruzarán una frontera sin retorno, como el Rubicón que atravesara Julio César, con la suerte echada, al menos hasta la próxima primavera.
Me hablabas en tu última carta de que estabas empeñado en hallar una definición adecuada de lo que es la poesía. Te lo desaconsejo, pues considero que es tarea vana. Ni los poetas hemos sido capaces de ponernos de acuerdo en ello. Dice Asunción Escribano, una muy lúcida y magnífica poeta de Salamanca, a cuya obra acabo de asomarme en estos días, por medio de su poemario más reciente, El canto bajo el hielo (que me parece una epifanía poética) al respecto:
"No sabría definir qué es un poema.
Pero en ellos resguardo yo mi vida
del tiempo, del mundo y su tristeza.
Como íntima hoguera frente al frío".
Hermosos versos, sin duda, de los que el libro está lleno (tuve la suerte, además, de asistir a la presentación que del mismo hizo en Ávila, en la Casa de la Poesía de Juan de la Cruz, en el Cites, la propia Asunción). No se si eso es la poesía, tal vez si, pero entiendo que eso sí es el poema, y lo comparto, pues es verdad que los poetas escribimos poemas, que pueden tener muchas formas y formatos, como un refugio frente a la devastación del mundo, frente al invierno perpetuo al que nos enfrentamos, frente al tiempo y sus tristezas, como dice Asunción Escribano, "como íntima hoguera frente al frío".
En otras ocasiones me habrás oído decir que uno escribe para no volverse loco, para eludir, también, la muerte, de la que no tenemos escapatoria, para hallar alegría en lo más oscuro y triste, en las lágrimas que lloramos tan amargamente. Una alegría que en ocasiones nos desborda e ilumina a aquellos que nos leéis y de alguna extraña forma entráis en fecunda comunión con quien escribe, compartiendo belleza y sentires, como el árbol frondoso que nos ofrece, sin pedir nada a cambio, su sombra amable cuando bajo él nos encontramos, quizá en un riguroso estío, amparados por su ramaje protector y salvífico.
Disfruta los poemas, vive la poesía, vive la belleza entregándote de pleno a ella, sin importar los cánones o las modas estéticas, entra en su meollo, sin destriparlo, viendo y sintiendo el conjunto, contemplando el bosque como tal, no sus árboles o arbustos, desde la copa de los castaños hasta los helechos que alfombran el suelo. En mi carta anterior te decía que la poesía es el sexto sentido que los humanos tenemos, ese que nos permite acceder a los secretos de lo bello y oculto, a los adentros de lo que nos ayuda a vivir. Utiliza ese sentido nuevo que se nos ofrece, que está ahí, a la puerta de tu casa, bajo tus balcones, cerca de tus ojos, tan a mano, y que te permitirá abrir cerraduras imposibles, puertas inalcanzables, y descubrir sensaciones y sentimientos que hasta ahora, quizá, desconocías.
Y es que acaso, como Escribano nos indica, todos llevamos dentro un
"Poeta de destellos que separa
de la arcilla apagada de los días
la sustancia sutil de los milagros"
pues en el fondo es lo que todos buscamos, trascender de nuestro barro herido que sangra, para encontrar un milagro que nos haga creer y elevarnos, trascender de nuestro propio dolor e insignificancia. Te recomiendo que leas este libro, El canto bajo el hielo, para que descubras otra forma de mirar y entender el mundo y cuanto lo puebla, otra forma de asomarte a la vida, con ojos nuevos, reveladores, que se van manifestando como las fotografías antiguas en blanco y negro que aparecían en la cubeta de revelado poco a poco, casi como por magia, y la luz captada a través del negativo dejaba, en las sales de plata, noble metal, tan hermosas imágenes como habían captado nuestros ojos por medio del objetivo de la cámara fotográfica. Magnífico oficio era éste, sin duda, como el de pulidor de lentes, Baruch Spinoza. Así la poesía, también, como un revelado en el cuarto oscuro, bajo la luz roja que es como un aviso de que hay que vivir, seguir viviendo.
Por hoy basta, que corremos el riesgo de perdernos en laberintos y honduras. Vive, simplemente; vive, sencillamente, y disfruta del viaje, como Kavafis recomendaba para ir a Ítaca, a la nuestra, a la que tenemos, tal vez, en casa, en el patio de atrás de todo, allí donde guardamos los rescoldos que nos van quedando en la memoria pero que nos permiten ser y mirar, alcanzar la orilla, que ahora parece tan lejana.
Tuyo, como siempre; un abrazo de vuelta para ti
Fernando Alda
PS.- El libro de Asunción Escribano está editado por Ediciones Carena, Barcelona, 2021, y puedes encontrarlo bien en librerías o bien para su compra por internet en diversos portales y en la web de la propia editorial.
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