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martes, 22 de junio de 2021

Memoria de los calendarios, 7

7


Cuando los deseos

viajan hasta las líridas
en las noches de abril,
y su fulgor es como un canto
sereno que habla de héroes
y batallas, el pulso fuerte
que habita en el vino
agrio de todas las heridas.
Es la suposición del espacio,
el hueso del verso,
la pulpa que lo adorna
y crece, como una caracola
de pétalos de fuego,
ígneo rojo, hierro,
amapolas,
que enardecen la fiebre de la piedra,
cuando el sol se pone
y reina un silencio
que ablanda las horas
para hacerlas caer entre la arena.
Miras la noche como un enigma,
el horizonte que presientes
en alguna parte,
la profundidad abisal de lo oscuro
y muerto,
el hogar y la sombra,
como recuerdos que acabasen
de nacer de la misma raíz
de una luna que te devuelve
el reflejo undoso
del beso en el agua,
el perfil de tu rostro.
Ahora o nunca,
te la juegas en el espesor
de los labios, de la rabia
y el espejo; lo escrito
permanece más allá del día
que acaba, como un trago
largo de cicuta
o el final del viento
en cada esquina.

Fernando Alda


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