su paso de doncella y ocultan el livor
lloroso de su rostro: allí
un río de aguas desfallecidas
en el que refleja la amargura
infinita posada en sus labios.
Hilvana la muerte entre las ramas
desnudas de los fresnos,
ve aparecidos recostados sobre corolas
de flores o en el rocío, a veces
canta, lúcida, melancólicas
elegías con voz de sirena:
turbias heces apuró en copa
abrasada de pasiones, esclava
no, antes soledad que prisiones
o jaulas relucientes de triunfo:
conoció el sanguíneo
puñal de la traición,
desprecio de amigos,
como reptil lacerante de veneno.
Hoy busca en la nada
el abrazo final de la tierra.
Fernando Alda Sánchez
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