Una puerta de cristal entre jambas
doradas abrirá esa llave, y allí los testigos
guardarán secreto, en aquella plaza
luminosa de una ciudad imaginada
por el Perugino, de solitarias
arquitecturas y cielos misteriosos,
que ahora contemplas, y quisieras
haber estado allí, confundido,
para admirar el encuentro y retenerlo
en el sueño, mas te conformas
con que en tus ojos una brasa
conserve el esplendor de la pintura.
Fernando Alda Sánchez
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