Hay días en que te parece que ya conoces
todo en este mundo, que el corazón
de las flores o el de las estrellas
no incendian
la llama del deseo en tus ojos,
que eres un tizón que la lluvia
ha extinguido, y que la tarde
se muere en silencio
o que quizá una mujer espera
beber el cáliz de tu tristeza
y posar sus labios en tu soledad.
Y sin embargo, solo deseas que la muerte
anide en tu sueño, o que te seque de raíz
la memoria. Un arcángel de fuego
sería la última visión,
el esplendor de la caída.
Fernando Alda Sánchez
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