Siempre abandonada su alma
en veredas de tristeza, caída
entre espinas o flor de enhebro;
la vida el inicio de una llaga, y la muerte
en los ojos vestía su negro fulgor.
¿Quién hizo renacer en ti el amor
bajo los tilos? ¿Quién el lucero
ardiente que tus senos alumbró?
Y ahora en la mirada los cisnes
han prendido su plumaje, y en los labios
la sombra del cerezo,
y en el vientre el albo aroma del limonero
dejaron memoria: ¿Cruza el cielo
alegría o es el canto de tu voz?
Fernando Alda Sánchez
Muy bonito!! 😘
ResponderEliminarMe alegro muchísimo de que te haya gustado el poema, Mayte. Otro beso para ti.
Eliminar