Consume el fuego las últimas
tardes de marzo, desde la ventana
el campo llama a la primavera
y en la luz quedan restos de lluvia.
Algún verso te arde en los labios
o alumbra el recuerdo de la memoria:
te acompaña el silencio,
la soledad de estas tierras en algún lugar
de Castilla. Crecerá la noche
con viento afuera, y un largo
morir de llamas espesará el tiempo
que en la pared el reloj desgrana.
Escribe el corazón breves
hilos de vida,
o veneros de sombra que fluyen
amargos entre el dolor.
Y cuando al sueño entregado,
el alba en las tapias pinta siluetas
de pájaros que te nombran: en el barro
huellas junto a los álamos del último
paseo: meditar lo hondo del alma.
Fernando Alda Sánchez
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