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jueves, 30 de mayo de 2019

Podría ser el Leteo...

Baja el río entre perezosos fresnos,

entre alisos mortuorios, y en cinerarias
orillas de sargas blancas y bardagueras
va entregando el aliento el agua
en un descreído y manso
abandono que invita al desasimiento,
cuando en la plenitud de la tarde
las ruedas pétreas de los molinos
aplastan el reflejo
mortecino de los sauces
dormidos en su propia sombra.
Podría ser el Leteo, el fluir del veneno
por el cauce de las venas,
azul funerario que alcanza
marismas de adelfas, lagunas de acónito,
las arenas movedizas en las que desaparecerán
las ideas y las formas.
El cielo estival está en calma,
julio presagia la lentitud del tiempo
que se deshace en fragancias
suaves, en aromas apenas
perceptibles, tomillo, albahaca,
espliego, el soñar de los pájaros
con trigales brillantes y extensos.
Cede la atención, vencido el instinto
de sobrevivir, mientras se apagan,
humeando como cirios de cera
virgen, perfumada con mirra,
el deseo y la conciencia con la luminosidad
vertical que nace de la tierra.

Fernando Alda Sánchez



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