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miércoles, 29 de mayo de 2019

Visiones

Caen racimos de lilas sobre el fondo

oculto de los baúles, un estremecimiento
interior que conduce a dorados pórticos
antiguos, a vitrales
resplandecientes, al aire con que se mueven
las muchachas cuando la primavera
despierta su sonrisa  y su cadencia
undosa, y el ambiente se inunda de perfumes
intensos, azahar, galán de noche,
incienso, al tiempo que escancias el mejor vino
para esta ceremonia que confunde los sentidos.
Has abierto la Caja de Pandora del ensueño,
y brotan infinidad de sensaciones,
tafetán en el tacto sedoso
de las manos que abarcan esta atmósfera
cerrada, una visión
alterada de todo cuanto ante ti se representa,
música dulcísima que te embarga en un sueño
letal de amanitas tóxicas y arsénico,
enmascarado con antifaces
púrpuras, con la epidermis
de la que se visten los príncipes y los magos.
Desde la cima de los campanarios de esta ciudad,
permanentemente incendiada, divisas
el saqueo de sus tesoros, la destrucción
de sus cúpulas argénteas,
la remoción de sus cimientos,
como si fuese Cartago y acaso eres tú
Publio Cornelio Escipión Emiliano
que contemplase,
desde un plinto de sangre,
cómo se destruye este decadente
desfile de soldados hechos de sombras y de barro.
Al tiempo, desde este áureo
sarcófago, de lecho tan blanco,
no percibes la desbocada
respiración de esta ebúrnea
atalaya a la que no alcanza el gemir
moribundo de los que piden clemencia.
Sólo tú decidirás si moras entre los vapores
engañosos de un mundo perdido entre luces ubícuas
de acetileno, o si por el contrario habitarás
entre los hombres, entre los hijos
de los hijos de los que, expulsados
por siempre del Paraíso,
buscan ganarse el pan
con el sudor acre de su frente.

Fernando Alda Sánchez



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