Qué solo estabas en Getsemaní
aquella violenta primavera,
entre los helados y endurecidos
troncos de los olivos,
cuando todos dormían, y esperabas
beber el cáliz más amargo
en la noche más oscura.
Todas las miserias de todos
sobre los hombros, como una clámide
ardiente, la Cruz más pesada.
Sólo el ángel,
la voluntad del Padre.
Un helor de sangre, sobre el abismo,
en la madrugada desnuda,
hacía presentir el tormento,
el abandono, la expiación.
Más ya estabas venciendo a la muerte,
y alumbrando una luz jamás soñada.
Qué solo estabas en Getsemaní...
Fernando Alda Sánchez
A mama le gust aria leerte. Seguro que te lee donde esta.
ResponderEliminarSeguro que si. Así lo deseo
EliminarQue poema más conmovedor
ResponderEliminarEs Cristo que siempre está en vela por nosotros
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