A mis hijos Manuel, Elvira e Irene
Fluye en ti la sangre,
la vida renace
como el vuelo recién
iniciado de un pájaro
nuevo, rebrota
el anhelo, el ansia
incontenible de crecer.
Eres tú otra vez,
intenso y prohibido,
como adorador de la belleza
esencial o discípulo
predilecto de lo profundo.
Vivir siempre,
aunque nos quede la nostalgia
de lo ya sucedido,
como efecto del sueño
o neblina imperfecta,
un resplandor en los ojos,
recuerdo sensible
de un eterno amanecer.
Fernando Alda Sánchez
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