Buscar este blog

domingo, 15 de marzo de 2020

Idus de marzo



      Funestos idus de marzo, como le advirtieron a Julio César, que se cuidase de ellos. A nosotros también nos lo han estado anunciando, lo hemos tenido delante de las narices, pero vivimos en un mundo tan ajetreado, con tanta prisa, que no somos capaces de parar, de sentarnos un momento a pensar, a sentir, a razonar, para darnos cuenta de los peligros que nos acechan, tan inconscientes somos, atareados como estamos únicamente en producir, en fabricar, en vender. Lejos, claro está, los tiempos en los que la vida no se medía por los relojes, sino por el sol, por el movimiento de la tierra, ni siquiera por los días, acaso por los meses o las estaciones. Ya no creemos en la sabiduría, ni la buscamos, ni siquiera creemos en el sentido común, pues únicamente llevamos delante de nuestros ojos la zanahoria del ocio y del consumo, empeñados en una nueva quimera del oro que va dejando sus destrozos por todas partes.

      Me asomo al jardín de casa buscando algún esbozo de la primavera, y veo el lilo  a punto de florecer y eso me sirve de consuelo y de esperanza, aunque los pájaros, que en estos días manifestaban sus romances, parecen haberse escondido, como si también ellos entendiesen la magnitud del peligro. El cielo está azul, con apenas unas nubes blancas, aunque para las próximas horas nos anuncian la nieve, aquí en Ávila, que saldrá de sus cuarteles de invierno para recordarnos que aún es pronto para quitarnos el rudo sayal de los meses de la luz breve y del hielo.

      Los idus eran días de buenos augurios, para los romanos, aunque siempre los asociaremos al asesinato de César y a su famosa frase "Tu quoque, fili mei?" que le dijera a Bruto mientras le apuñalaban. A la memoria me viene la novela de Thornton Wilder, del año 1948, que nos relata los meses previos al magnicidio, pero también el libro homónimo de Valerio Maximo Manfredi, sobre la conjura que acabó con la vida del que hubiera sido, tal vez, el primer emperador de Roma. También el cuadro de Vincenzo Camuccini, sobre la muerte de César, que ilustra esta entrada de hoy. Y, por supuesto, cómo no, de la película con el mismo título que dirigió George Clooney, que nada tiene que ver con aquellos hechos, sino con el presente. Ahí tenemos material para leer o ver en estos días, ahora que el cine y los libros son buenos aliados para ir paliando el tedio que pueda producirnos el confinamiento por esta nueva plaga moderna, el coronavirus, el covid-19.

     Puede ser un buen momento, si ello nos es posible, para la soledad gozosa, aunque impuesta, que nos lleve a mirar el mundo de otra manera, tal vez como lo mira Dios, por dentro, de forma muy especial a nosotros mismos, para conocer mejor las entretelas de las que estamos hechos, las que tenemos en los "adentros", como le gustaba decir al recientemente fallecido Premio Cervantes José Jiménez Lozano, recordando los versos de Lope de Vega:

     "A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos".

     Y con esos pensamientos estaremos en coloquio en estos días, en estos idus de marzo que tan funestos nos parecen y que servirán, a buen seguro, para sacar lo mejor de nosotros mismos, como ya está ocurriendo, y eso será muy hermoso, pues aunque estamos hechos de arcilla frágil, también tenemos nervios de acero, y tenemos un alma, pues de ella nos dotó nuestro Creador. En estas horas que nos parecen de incertidumbre, en las que si nos abandonamos podemos llegar a creer que el fin del mundo está cerca, tenemos que saber que no estamos solos, que estamos acompañados, como pudimos comprobar anoche, cuando tantas y tantas personas salieron a aplaudir, a las 22 horas, por el personal sanitario que nos atiende (y añado yo que por todos aquellos que durante estas jornadas prestarán un servicio impagable para cuidarnos). Cristo, además, también nos acompaña, y por eso es bueno dejarle entrar en nuestras casas, en nuestras vidas, y busquemos esa oración que hemos olvidado y que aprendimos de niños, cuando el mundo no se pesaba y se medía para obtener un beneficio escandaloso de él.

    Los que ya vamos teniendo una edad, que ahora se dice mediana, y que vamos adquiriendo la certeza de que el tiempo corre muy deprisa (tempus fugit) solo para nosotros, hemos aprendido a ver con otra perspectiva lo que está ocurriendo. Se alzarán voces, acaso, reclamando el "carpe diem", pero creo que la cosa no está para bromas ni para despilfarros. Ni para consejos, aunque pienso que no es malo eso que decía antes de mirarse por dentro, para comprobar cuántas zonas oscuras tenemos y para tratar de llevar con alegría estas cuarentenas de las que saldremos mucho mejor de lo que pudieron hacerlo nuestros antepasados, que disponían de menos medios que nosotros.

    Que estos idus de marzo sean una oportunidad, no una condena, para redimirnos de los efectos a los que nos conduce nuestra estupidez, que en ocasiones es mucha, pues vivimos tan alegremente que no nos paramos a pensar en las consecuencias. En el Barroco recordaban al personal que todos hemos de morir, y veo ahora esos cuadros tenebristas, los esqueletos y las guadañas, las calaveras con una vela encima, para que no se perdiese la perspectiva. En la memoria prende el recuerdo de Valdés Leal y el pensamiento de Miguel de Mañara en la Sevilla del XVII. No es momento de tinieblas, pero sí de cambiar de actitud, ayudados, por supuesto, también por el buen humor, por la ironía y, si es necesario, por el sarcasmo, que la risa también ayuda, al menos para no hundirnos en la tristeza y para que las melancolías no sean como una marea que nos arrastra de forma inevitable.

      En la calle nadie, como abandonada, en una soledad perpetua, quizá el símbolo de nuestra propia condena, la señal de estos tiempos tan apresurados y tan locos en los que nos empeñamos en vivir. La calma, como sinónimo de plenitud, y dejemos que el viento sea el que espante nuestros temores, girando en las veletas. Arde la memoria en los años vividos, la edad de la inocencia se enciende y tal vez podamos regresar a alguna Arcadia, al menos en estos días de prueba, para que el fuego sagrado, que aún se mantiene en ascuas en nuestro interior, sea mañana, el futuro que deseamos.

Fernando Alda Sánchez



 


     
.

   


No hay comentarios:

Publicar un comentario