Hogueras entre la niebla, el ardid de la luz
que oculta sus máscaras,
universos finitos con los que juegas,
tahúr trasnochado, y pierdes en cada envite.
Nada sabes del origen de todo lo que conoces,
como por ensalmo
burlas el compromiso, el envés
de las llamas, las huellas
dactilares del papel,
el saberte poeta,
alfarero de la lengua,
troquel para el agua.
Libas el insomnio de amanecer
desnudo de todo artificio,
bajo un fúlgido firmamento
de lunas repetidas.
Eres. Seguirás siendo,
seguirás estando vivo entre los vivos,
más vivo que nunca
porque sabes la verdad
de los días inciertos,
la verdad de las auroras
robadas, abrir
tus entretelas,
huido de ti mismo,
entre dos luces cautivo,
fascinado por la migración
de las lágrimas, por el hurto
imperdonable de las llaves
del Paraíso.
Ebrio de vivir, constante el pulso
que pone en marcha la alegría,
el estrépito de la risa, la apertura
de los umbrales que dan paso
al júbilo y a la exaltación.
Eres tú mismo, sin aditivos
ni conservantes,
sin velos, sin cortinajes
malsanos y circunspectos.
Es como dejarse arrastrar por la vida
en un torrente impetuoso que horadase
cordilleras de melancolía, nunca fatigado,
el ánimo despierto y potente,
buscando, tras las esquinas,
bajo las alfombras, en los sótanos
sellados, el alimento que el espíritu
reclama con voz imperiosa
en el afán, en los trabajos y los días,
de seguir creciendo.
Fernando Alda Sánchez
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