A Elvira
Colinas, una fuente
fresca, álamos dichosos,
luz poniente
en la inmensidad de Castilla,
permanece inmóvil la tarde
en el último reducto de los sueños.
Es la claridad el aliento
que buscas desde la sombra,
la realidad diáfana,
una transparencia
inmerecida, como linfa o savia
que enalteciese la vida.
Es el paisaje ahora soledades
compartidas
y el pábilo interior de tus pupilas
ilumina, desde el silencio,
el abandono absoluto de los páramos:
en el corazón las semillas
desoladas de lo absurdo e inútil,
que aguardan su primavera,
un planeta desnudo e incierto
que tratas de sepultar en el olvido.
Bálsamos hay en los cielos
altos, en los horizontes sin fin,
en el destello del sol al herir
los límites de lo creado. Hay tierra
para enterrar las ruinas
de lo ya vivido
y renacer, pujante,
en surco firme,
con la lluvia nueva
de un nuevo abril.
Fernando Alda Sánchez
Qué bonito, Fernando.
ResponderEliminar