De profundis clamavi ad te, Domine,
y mi voz se agosta en su viaje,
aunque pronuncia tu nombre:
desde esta sequedad te llamo,
desde este desierto te llamo,
no comprendo tus designios,
lo que deseas de mi,
no alcanzo a saber
de tu silencio, de tus noches
interminables, de la llama
secreta de tu fuego,
de las ascuas que consumen
mi ser hombre todos los días.
No se el origen
de la hoguera, el manantial
de los rescoldos, la causa del incendio,
mas no me aparto de tu fidelidad,
del pozo de agua viva
que refresca tanta desmemoria.
Me traspasa tu misericordia,
siempre contigo,
como la sombra a la luz,
como la cima al valle,
como tu sueño al mío,
en un respirar
pausado de tórtolas
que en su nido alumbran
el más hermoso amanecer.
Fernando Alda Sánchez
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