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viernes, 15 de noviembre de 2019

La lectura y la nieve


         Hoy es día de lecturas, de abismarse en los libros, de buscar el cálido abrigo de la letra impresa. La nieve ha enfriado la luz y las certezas. En los ojos un velo de niebla no deja arder los sueños y el tiempo gotea desde los tejados sin llegar a derretirse. Uno es consciente de que hoy será difícil asomarse al mundo y respirar, por lo que quizá es mejor ver transcurrir la vida desde el balcón de todas las nostalgias.

          Abrir un libro, leído o no, y sentir la emoción plena de que la belleza y el pensamiento fluyen ante la mirada del lector, empapando sus entresijos, calentando entrañas y oscuridades internas, esas que en ocasiones mantenemos coaguladas en el alma y que no nos dejan sentir o pensar. Abrir un libro y saber que en ese acto tan íntimo está la libertad, la confirmación de saber que existimos, de que todas las ataduras se han roto y nuestro navío ha tomado un rumbo quizá incierto, pero que nos pertenece, pues somos sus dueños.

         Leer y encender la hoguera de la evocación, el despertar onírico a otras realidades, el adentrarse entre la bruma deseando la sorpresa, el encuentro, la palabra, el hermoso fulgor de la escritura hecha con el corazón sin esperar nada a cambio, el arte. Leer y ver más allá de la página escrita, más allá del volumen encuadernado, ver con nuestros ojos y con los ojos del que escribe, entre las llamas y los rescoldos, vislumbrando otras emociones que nos liberan del engaño de la rutina y de su mortal ensalmo.

        Te invito a leer, querido lector, como el que lo hace expresando, acaso, una última voluntad, para que ambos sigamos vivos, tú leyendo y yo soñando que me lees, para que en esa comunidad espiritual de ambos dejemos crecer la voluntad de seguir caminando juntos. Te invito a leer, amigo mío, para que sigamos creciendo en la lectura, en el deseo de conocer y de explorar, de creer y ser creídos, de asomarnos a la vida y a la belleza para implicarnos en ellas.

       La nieve otoñal que ha transfigurado el paisaje no será el sudario de la esperanza. Aún permanecen encendidas las pavesas de la palabra, sigue ardiendo el resplandor de lo que somos, la eternidad en un instante, el asombro y la liberación.

Fernando Alda Sánchez


  1.       Foto: Pixabay

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