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miércoles, 6 de noviembre de 2019

El Todo en la Nada

 
   



         Buscar el Todo en la Nada. Así le gusta decir al escritor abulense José Jiménez Lozano cuando se refiere a nuestros dos paisanos más universales, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Buscar el Todo en la Nada. Ahí reside la esencia de la mística, especialmente de la mística de estos dos carmelitas universales. Y de ahí, quizá, mane también la estética carmelitana que propició la reforma teresiana: la desnudez de los muros de una celda, baldosas de barro, un camastro, el recio hábito, una ventanita para asomarse a la luz del día, una vela en una palmatoria, el silencio del claustro, los desiertos a los que retirarse, las ermitillas para orar desde el interior, la desnudez más absoluta, pues solo Dios basta en esa noche que el alma atraviesa buscando al Amado.

        Para desgracia nuestra, vivimos en medio de reflejos de espejismos, ni siquiera en la propia realidad. Acaso en la deformidad de las imágenes de los espejos del Callejón del Gato, que inspiraron los esperpentos de Valle Inclán. Estamos rodeados de ruido, pero vivimos en un mundo de silencio en el que ser, seguir siendo, intentar ser, resulta atroz. Solo estamos, puede que de paso, como siempre, pero completamente desarraigados, ajenos, extranjeros como somos, que diría Albert Camus, envilecidos por la peste de tener.

       ¿Nos atreveremos algún día a buscar el Todo en la Nada, es decir, a buscar a Dios en el silencio, en la desposesión, en el vacío? ¿O seguiremos aparentando a jugar con el fuego prometeico cuando solamente somos "los hombres huecos, somos los hombres rellenos apoyados uno en otro la mollera llena de paja", que diría T.S. Elliot en su "Tierra baldía"?

         En este día tan gris que el otoño ha traído hasta las puertas de la Muralla de esta Ávila que hoy parece no querer despertar, me quedo con mis paisanos carmelitas, buscando allí donde nada existe, allí donde todo es transparente, allí donde sobra cualquier adorno, en la desnudez del alma frente a Dios. Alejado del mundanal ruido, que escribiera Fray Luis de León, en la seguridad de que solo hay un camino, una luz, una certeza.

       Y ahora seguiré mirando cómo el día no acaba de crecer, cómo la luz mortecina, que parece provenir de una vela a punto a extinguirse, no ilumina, y entonces es mejor volverse a mirar por dentro, replegarse, aguardar, acaso, la nieve que anuncian para mañana, que alboreará las cumbres de las montañas y dulcificará con su blancor los prados exahustos y sedientos. Mirar por dentro, como nos ve Cristo, sin mamparas ni disfraces. Mirar esas celdas conventuales carmelitas, en San José o La Encarnación, por ejemplo, y ver la búsqueda, el empeño del alma por hallar el Todo en la Nada, para no quedarnos siempre viendo la luz al final del túnel y, por fin, llegar a ella.

Fernando Alda Sánchez


(Foto: pixabay)

2 comentarios:

  1. Palabras hondas, cargadas de sentido, conocedoras y amantes de nuestros dos grandes místicos carmelitanos, como también lo fueron y son los grandes místicos y literatos abulenses D. Baldomero Jiménez Duque, Jacinto Herrero, Jiménez Lozano...
    El espíritu Carmelitano de Teresa de Jesús y de Juan de la Cruz es algo que prende en los surcos más hondos de nuestro ser cuando nos acercamos a ellos con ansias y sed de Verdad, Belleza y Vida. Les paso tu enlace, Fernando, de 'insulabarataria, a otros amigos que gustan y degustan la profundidad mística carmelitana

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  2. Muchas gracias por tu atención, Román. Has captado a la perfección el sentido del artículo. Un fuerte abrazo

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