Noche, jazmines,
galanes abiertos asomando
al silencio: solo tu presencia,
Abba, en este jardín de almas.
Se que estás
aquí, en la brisa
invariable del sur,
entre los mirtos, quieto,
como los labios que quisieran
abrirse y nombrarte y decir.
Mecen tus brazos con ternura
de madre mi sueño
inquieto, y al trasluz
imagino, en la duermevela
más dulce, que soy alondra
en tus manos, aire
nuevo, el respirar
pausado de un arcángel
que en el fondo de la memoria
habita. Tú o nada.
En mi patio, junto
a un plato de dátiles,
espero tu visita,
bajo el sosiego de la luna,
siempre junto al agua.
Fernando Alda Sánchez
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