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domingo, 3 de noviembre de 2019

El viento es el camino



          El  viento es hoy el camino. Va, como un río, abriendo encrucijadas. Le sigo como el que se fía de un mapa impreciso, con nombres de lugares borrosos, gastados por el uso o el agua, sin una dirección concreta, sin un destino aparente, con carreteras sinuosas que se entrelazan, en un dédalo de colores incomprensibles que conducen a la locura.

          Claro que nos gustaría saber el origen del viento, visitar allí donde nace, y saber dónde va, dónde muere, el sitio exacto en el que reposan sus huesos una vez que ha dejado de soplar. Conocer sus cenizas. Nos gustaría su libertad, pero estamos hechos de apegos, de raíces que nos van anclando, de amarres y nudos, de cuerdas que también se entremezclan. Eso sí, resulta hermoso sentirse, en ocasiones, un viento fuerte, vigoroso, que enloquece a las veletas de las torres. Quisiéramos ser ese viento que no cesa nunca, preludio de tormentas, ese viento que pudiera arrancar de cuajo todo el óxido que se ha ido depositando en el corazón y que ha conformado una costra salitrosa, oscura, irreductible, que no nos deja querer.

          Me conformaré ahora con sentir el viento ulular afuera, rondar el tejado de la casa, desmelenar las copas de las moreras de la calle, despeinándolas de hojas en este otoño remilgado y tímido, mientras sueño con singladuras y viajes, con caravanas de sombras, mientras me entrego a la liturgia del primer café del día, para despertar los ánimos. En las manos tengo una rosa de los vientos de fuego, me arden los puntos cardinales entre los dedos sigilosos.

          Habla el viento, y yo escucho sus cantos de sirena, entre Escila y Caribdis, mientras las horas se desangran lentas en los relojes, como si fuesen aves migratorias que un día han de regresar. Eso quisiéramos... Mas todo fluye, como el viento, que en esta mañana de domingo en el que la luz se espesa en grises no usados, pero la lluvia no llega para bendecir la ceremonia del recuerdo, las bodas de sangre de la memoria.

Fernando Alda Sánchez


(La fotografía es de pixabay)
     




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